miércoles, 10 de junio de 2009

Parashat Shelaj 5769

B"H
El atajo
Los hijos de Israel se encuentran a las puertas de la Tierra Prometida.

Hace una semana, en Parashat BeHaalotjá, leíamos acerca del llamdo de Moshé a su suegro: "Y dijo Moisés a Jovav, hijo de Reuel el midianita, suegro de Moisés: Vamos de partida hacia el lugar del cual el Eterno dijo: Yo os lo daré. Ven con nosotros y te haremos bien, porque el Eterno ha prometido que traería el bien sobre Israel" (BeMidvar 10, 29).

La Torá sugiere que el camino hasta ingresar a la Tierra de Israel era de unos pocos días nomás. Y de hecho la Parashá de esta semana no hace más que confirmar dicha impresión: en cuarenta días, los meraglim (espías) de nuestra Parashá, partieron, espíaron, cortaron del fruto de la Tierra y regresaron al campamento.

En términos del mundo antiguo, sin medios de transporte, aviones y helicópteros, cuarenta días de caminata no parece ser gran cosa.

Y aun así, todos sabemos lo que ocurrió con aquella corta caminata a la Tierra de Israel. Esos cuarenta días, se convirtieron en cuarenta años, y aquel paseo de los espías, se transformó en una pesadilla para una generación entera.

Mientras Caleb -e Ieoshúa- dijeron: "Subiremos y tomaremos posesión de ella, porque ciertamente prevaleceremos sobre ella" (BeMidvar 13, 30), el resto de los espías afirmaba con espíritu derrotado: "La tierra por donde hemos pasado para explorarla, es tierra que consume a sus moradores" (BeMidvar 13, 32).

¿Qué es lo que viene a enseñarnos la historia de los meraglim?

Permítanme responder a esta pregunta sirviéndome de un cuento de Shmuel Iosef Agnon Z"L llamado "La cabra".

Cuenta Agnon que a un judío polaco se le había recetado la ingestión de leche de cabra.

El hombre fue al mercado a comprar el animal, pero éste solía desaparecer de tanto en tanto. No obstante, cuando la cabra regresaba a casa del hombre, sus ubres estaban colmadas de una leche más dulce que la mismísma miel.

El anciano -intrigado- reveló a su hijo su deseo de saber hacia dónde huía la cabra. El hijo decidió atar una soga al rabo del animal y cuando ésta se dispuso a partir, el joven tomó la soga en sus manos y fue trás ella.

La cabra ingresó en una cueva, y el joven caminaba detrás suyo. Y así siguieron caminando un par de horas (o tal vez un par de días) hasta que la cueva desembocó en un lugar de colinas cubiertas por árboles frutales.

El joven preguntó a los moradores del lugar acerca del nombre de aquel paraje y se le respondíó que se hallaban en Tzefat, en la sagrada Tierra de Israel.

El muchacho se recostó por un rato a descansar y al levantarse de su siesta se dispuso a regresar a su casa para traer a su padre a la Tierra Prometida. Sin embargo comprendió que era víspera del Shabat y que no le alcanzaría el tiempo para regresar.

Fue entonces que decició redactar una nota a su padre, en donde escribió: "He llegado felizmente a Eretz Israel y desde la santa ciudad de Tzefat te escribo. No preguntes cómo he llegado aquí. Toma la soga atada al rabo de la cabra y ve tras ella. Así llegaras seguro a la tierra de Israel".

El joven colocó la nota detrás de la oreja de la cabra. Suponía que al llegar la cabra hasta su padre, éste le acariciaría la cabeza y ésta movería sus orejas haciendo caer la nota. Su padre leería el mensaje y vendría hacia Tzefat tomado de la cuerda.

Sin embargo ésto no ocurrió. La cabra regresó pero la nota no cayó al suelo y el padre supuso erroneamente que su hijo había sido devorado por una fiera.

Fue entonces que –preso de la trsiteza- el hombre decidió degollar a la cabra. Finalmente al hacerlo, encontró la nota arrojada sobre la tierra y comprendió todo lo que había ocurrido.

Pero obviamente ya era tarde. La cabra yacía muerta delante suyo y el hombre jamás logró conocer el preciso lugar de aquella maravilosa cueva.

Desde aquel día –cuenta Agnon- el atajo que conduce a la Tierra de Israel permance oculto a nuestros ojos.
....
Desde tiempos inmemoriales, muchos son los judíos que buscan "atajos" en lo que respecta a la Tierra de Israel. Y el hecho de que dichos judíos hayan nacido en ella o hayan venido a ella desde la diáspora resulta simplemente irrelevante.

Buscar atajos para la tierra de Israel equivale a pensar del modo en el que pensaron diez de los doce espías: Si hay que luchar por ella, pues entonces no tiene sentido intentarlo.

Para Agnon, el camino corto a Israel se transformó en una incóngnita desde aquel día en que aquel judío degollo a su cabra. Para la Torá, el "atajo" hacia la Tierra Prometida desapareció desde aquel día en que los espías regresaron al campamento.

El mensaje es el mismo. Nuestros sabios lo dicen de manera ácida y tajante: "La Tierra de Israel solo puede ser adquirida por medio de tormentos" (Berajot 5a).

Yo lo diré de manera algo más suave, basándome en la historia de Agnón y en el relato de los espías: En lo que respecta a la Tierra de Israel, los "atajos" no existen desde hace mucho tiempo.

Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.

No hay comentarios: