B"H
Herederos de la voz
Cuando pienso en sorpresas de la naturaleza y caprichos de la genética me viene en mente el nacimiento de Iaakov y Esav…
¿Cómo dos mellizos pueden ser tan diferentes?
El uno, Esav, peludo. El otro, Iaakov, lampiño.El uno, Esav, hombre de campo y de caza. El otro, Iaakov, hombre de hogar y familia.El uno, Esav, habla a través de sus manos. El otro, Iaakov, habla a través de su voz.
El nacimiento de estos mellizos representa mucho más que el nacimiento de dos personas: marca para la tradición de Israel el nacimiento de dos maneras de confrontarse con la vida: por medio de la fuerza y la violencia o por medio de la palabra y la comunicación.
Uno puede ser Esav también como padre o como esposo y puede ser Iaakov como maestro o como nación.
Hay países que heredaron la espada de Esav y otros que son herederos de la voz de Iaakov.
El poder abruma e infunde respeto, es cierto.Pero la palabra es la que siempre perdura y vence. Nada puede contra la calidez de una palabra apropiada.
El célebre fabulista Esopo alguna vez sintetizó esta idea a través de una parábola…
El sol y el viento discutían para ver quién era el más fuerte. El viento decía: ‘¿Ves aquel anciano envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú’.
Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
Por fin el viento se calmó y se declaró vencido y entonces salió el sol y sonrió cálidamente sobre el anciano.
No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa. El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza.
Esta fábula de Esopo nos hace notar una gran paradoja: no existe en el mundo debilidad más grande que la fuerza sin miramientos, sin responsabilidades y sin contemplar las consecuencias.
La suavidad, el amor, la palabra y la tolerancia son fuertes aun cuando parezcan –a simple vista- frágiles y delicados.
HaKol Kol Iaakov VeHaIadaim Idei Esav…La voz es la voz de Iaakov, pero las manos son las manos de Esav.
Esta fue la expresión de desconcierto de nuestro patriarca Itzjak al notar, en la oscuridad de su ceguera, que aquel que estaba pidiendo bendición no le resultaba conocido…
Iaakov, cubierto con la piel de cabrito ante su padre ciego, se había transformado en un ser híbrido carente de identidad: Mantenía su propia voz, pero tomaba prestadas las manos de su hermano.
Somos un pueblo que a lo largo de las generaciones nos caracterizamos sólo por nuestra voz como dignos descendientes de Iaakov.
Es cierto que el pueblo judío vive una de las etapas más favorables de los últimos dos mil años. Vivimos en un estado propio, ya no de prestado, que nos protege y nos ha completado como nación.
Pero, al mismo tiempo, estamos viviendo una de las crisis de identidad más grandes de los últimos dos mil años. El pueblo judío se mira al espejo y mira una sociedad el la que algunos llevan la bandera de la voz de Iaakov, pero otros hacen culto de las manos de Esav.
Durante dos mil años hemos escrito libros. Hoy seguimos escribiéndolos y exportamos ciencia…pero también exportamos armas…
Es bueno –diría imprescindible- tener un estado fuerte y estar cuidados por el ejército más poderoso del Medio Oriente. Pero debemos recordar siempre que esas manos de Esav las tomamos prestadas para resguardar la voz de Iaakov.
Tal vez a menudo nos veamos obligados a actuar –al decir de Esopo- con la virulencia del viento. Pero debemos tener en el claro, que a la larga, deberemos actuar con el calor del sol, que el auténtico roshem, que el género humano debe tener de nosotros tiene que ver con nuestra el impacto de nuestra voz y no con la fuerza de nuestras manos. Somos herederos de la voz.
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
viernes, 28 de noviembre de 2008
viernes, 21 de noviembre de 2008
Parashat Jaiei Sara 5769
B”H
Dos vidas en unaLa Parashá de esta semana comienza diciendo: "Y fue la vida de Sara, de cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sara" (Bereshit 23, 1).
Sin embargo, "Shnei Jaiei Sara" (traducido como "Los años de la vida de Sara"), puede leerse como 'Las dos vidas de Sara'.
¿Por qué pensar que Sara tuvo dos vidas?
No estamos hablando aquí de una 'Doble vida' –Di-s nos libre y nos guarde- al modo que solemos entender ‘la doble vida’ en nuestro mundo contemporáneo donde este concepto es sinónimo de marginalidad y engaño...
Ocurre que si bien nuestra vida es una, existen ciertos giros en nuestra existencia que hacen cambiar radicalmente nuestra percepción del mundo.
El nacimiento de un hijo, la llegada del amor. O un traspié financiero, o una pérdida muy querida...
Todos tenemos algo que nos ha cambiado. Todos tenemos algo que nos hizo crecer y madurar, aun cuando haya sido a fuerza de golpes y de dolor...
Muchas vidas conviven en una vida, y es la manera en la que nos confrontamos a estos cambios la que marcará el rumbo de este nuevo capítulo.
Tal vez, la palabra inicial de esta Parashá sea un buen indicio para saber cuáles fueron las dos vidas de Sará: VaIihú.
El autor del libro "Minjá Belulá" nos hace notar que la palabra 'VaIhiú' ('Y fueron', en español) tiene un valor numérico igual a treinta y siete (6, 10, 5, 10, 6)
Si Sará vivió ciento veintisiete años y le restamos treinta y siete, tendremos noventa años. A los noventa años Sará dio a luz a su único hijo, nuestro patriarca Itzjak.
Una vida o dos vidas, según cómo se vea. Bien podríamos decir que fue una vida de ciento veintisiete años, o que fue una de noventa y otra de treinta y siete.
Noventa años de sufrimiento y de plegarias por el hijo que la naturaleza le negaba y treinta y siete años de realización y plenitud por ese hijo que Di-s le regaló.
Cuenta una historia que un hombre caminaba por el bosque y se topó con un cementerio. Lápidas viejas y derruídas, que a duras penas dejaban leer las inscripciones en la piedra.
Sin embargo, el hombre alcanzó a leer los nombres y la edad de los fallecidos y notó con sorpresa que la edad de aquellos que yacían allí no pasaba de los once años y lo más extraño era que el tiempo vivido estaba medido en años, meses, semanas y días.
El hombre se sintió conmovido y pensando que se encontraba ante un cementerio de niños se acercó al pueblo vecino a preguntar qué extraño mal aquejaba a esa población que había arrasado con tantos niños.
‘No son niños’, le respondió el anciano del lugar. ‘Y aquí no hay ningún extraño mal que nos acose. Ocurre que desde hace generaciones conservamos una bella costumbre. Cada niño, al cumplir los quince años, recibe una pequeña libreta como esta que llevo colgada en mi cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda que fue lo disfrutado...A la derecha, cuanto tiempo duró el gozo.
Conoció a su mujer y se enamoró de ella...
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?¿Días? ¿Semanas?
Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos...cada instante de dicha.Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ESE es para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido
Sará vivió ciento veintisiete años, de fe, coraje y pasión.
Dos vidas en una. En su juventud con la experiencia de la adultez sobreponiéndose al dolor por el hijo que no llegaba, y en la adultez con el empuje de la juventud, criando un hijo cuando debería estar malcriando un nieto....
Valga su ejemplo en esta semana en la que leemos sobre su muerte, para inspirarnos en su fuerza frente a la adversidad y en su fuego para afrontar los cambios a los que nos somete la vida...
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
Dos vidas en unaLa Parashá de esta semana comienza diciendo: "Y fue la vida de Sara, de cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sara" (Bereshit 23, 1).
Sin embargo, "Shnei Jaiei Sara" (traducido como "Los años de la vida de Sara"), puede leerse como 'Las dos vidas de Sara'.
¿Por qué pensar que Sara tuvo dos vidas?
No estamos hablando aquí de una 'Doble vida' –Di-s nos libre y nos guarde- al modo que solemos entender ‘la doble vida’ en nuestro mundo contemporáneo donde este concepto es sinónimo de marginalidad y engaño...
Ocurre que si bien nuestra vida es una, existen ciertos giros en nuestra existencia que hacen cambiar radicalmente nuestra percepción del mundo.
El nacimiento de un hijo, la llegada del amor. O un traspié financiero, o una pérdida muy querida...
Todos tenemos algo que nos ha cambiado. Todos tenemos algo que nos hizo crecer y madurar, aun cuando haya sido a fuerza de golpes y de dolor...
Muchas vidas conviven en una vida, y es la manera en la que nos confrontamos a estos cambios la que marcará el rumbo de este nuevo capítulo.
Tal vez, la palabra inicial de esta Parashá sea un buen indicio para saber cuáles fueron las dos vidas de Sará: VaIihú.
El autor del libro "Minjá Belulá" nos hace notar que la palabra 'VaIhiú' ('Y fueron', en español) tiene un valor numérico igual a treinta y siete (6, 10, 5, 10, 6)
Si Sará vivió ciento veintisiete años y le restamos treinta y siete, tendremos noventa años. A los noventa años Sará dio a luz a su único hijo, nuestro patriarca Itzjak.
Una vida o dos vidas, según cómo se vea. Bien podríamos decir que fue una vida de ciento veintisiete años, o que fue una de noventa y otra de treinta y siete.
Noventa años de sufrimiento y de plegarias por el hijo que la naturaleza le negaba y treinta y siete años de realización y plenitud por ese hijo que Di-s le regaló.
Cuenta una historia que un hombre caminaba por el bosque y se topó con un cementerio. Lápidas viejas y derruídas, que a duras penas dejaban leer las inscripciones en la piedra.
Sin embargo, el hombre alcanzó a leer los nombres y la edad de los fallecidos y notó con sorpresa que la edad de aquellos que yacían allí no pasaba de los once años y lo más extraño era que el tiempo vivido estaba medido en años, meses, semanas y días.
El hombre se sintió conmovido y pensando que se encontraba ante un cementerio de niños se acercó al pueblo vecino a preguntar qué extraño mal aquejaba a esa población que había arrasado con tantos niños.
‘No son niños’, le respondió el anciano del lugar. ‘Y aquí no hay ningún extraño mal que nos acose. Ocurre que desde hace generaciones conservamos una bella costumbre. Cada niño, al cumplir los quince años, recibe una pequeña libreta como esta que llevo colgada en mi cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda que fue lo disfrutado...A la derecha, cuanto tiempo duró el gozo.
Conoció a su mujer y se enamoró de ella...
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?¿Días? ¿Semanas?
Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos...cada instante de dicha.Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ESE es para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido
Sará vivió ciento veintisiete años, de fe, coraje y pasión.
Dos vidas en una. En su juventud con la experiencia de la adultez sobreponiéndose al dolor por el hijo que no llegaba, y en la adultez con el empuje de la juventud, criando un hijo cuando debería estar malcriando un nieto....
Valga su ejemplo en esta semana en la que leemos sobre su muerte, para inspirarnos en su fuerza frente a la adversidad y en su fuego para afrontar los cambios a los que nos somete la vida...
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
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Parashat Hashavua
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Parashat VaIerá 5769
B"H
Abriendo los Ojos
‘Y vio Sara el hijo de Hagar, la egipcia, que ella le había dado a Abraham, que se burlaba; dijo, entonces, a Abraham: ‘Echa a esta esclava y a su hijo, pues su hijo no habrá de heredar junto con mi hijo, con Itzjak’ (Bereshit 21).
Abraham, algo dolido es cierto, acata la orden de su mujer (Alguien dijo alguna vez que este fue el primer ‘Sí, querida’ de la historia).
Y Hagar partió con Ishamel con una mínima provisión de agua al implacable desierto de Beer Shevá. A los pocos días, la sed pudo más que ellos. Y cuando Hagar pensaba que su hijo Ishmael estaba por morir, Di-s abrió sus ojos y Hagar avistó un pozo de agua con el cual pudo calmar su sed.
Es interesante observar y analizar la naturaleza de este milagro. El Rabino Harold Kushner señala que Di-s no realizó un milagro para Hagar como solemos entender los milagros. No creó un pozo de la nada que no estuviera allí antes. Di-s le abrió los ojos para que ella pudiera ver el pozo que antes no había notado, y de pronto ese mundo tan cruel, se volvía un sitio apto para la vida.
El pozo había estado allí todo el tiempo. Di-s solo le abrió los ojos para que ella vea aquello que hasta hacía un momento era invisible ante sus ojos.
A menudo rodeados de problemas, también nosotros solemos enceguecernos. Las soluciones parecen lejanas, los problemas abundan y la desesperación crece.
La auténtica paz interior no radica en carecer de problemas. Sino, que radica en la capacidad de poder abrir los ojos y apreciar la luz al final del túnel y el orden en medio del caos.
Abrir los ojos y entender que el mundo no es tan cruel como a menudo nos parece.
Hagar estaba desesperada. El mundo se había vuelto en contra suya. Di-s la bendijo con la capacidad de hallar belleza en esa jungla, encontrar la armonía y el sosiego en medio de su desconcierto.
Se cuenta de un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera dibujar la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera mostraba un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y sin verde. Sobre ellas habia un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Bastante poco pacífico, por cierto.
Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allá, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.
Paz perfecta. El rey escogió la segunda. Y explicó: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
Abriendo los Ojos
‘Y vio Sara el hijo de Hagar, la egipcia, que ella le había dado a Abraham, que se burlaba; dijo, entonces, a Abraham: ‘Echa a esta esclava y a su hijo, pues su hijo no habrá de heredar junto con mi hijo, con Itzjak’ (Bereshit 21).
Abraham, algo dolido es cierto, acata la orden de su mujer (Alguien dijo alguna vez que este fue el primer ‘Sí, querida’ de la historia).
Y Hagar partió con Ishamel con una mínima provisión de agua al implacable desierto de Beer Shevá. A los pocos días, la sed pudo más que ellos. Y cuando Hagar pensaba que su hijo Ishmael estaba por morir, Di-s abrió sus ojos y Hagar avistó un pozo de agua con el cual pudo calmar su sed.
Es interesante observar y analizar la naturaleza de este milagro. El Rabino Harold Kushner señala que Di-s no realizó un milagro para Hagar como solemos entender los milagros. No creó un pozo de la nada que no estuviera allí antes. Di-s le abrió los ojos para que ella pudiera ver el pozo que antes no había notado, y de pronto ese mundo tan cruel, se volvía un sitio apto para la vida.
El pozo había estado allí todo el tiempo. Di-s solo le abrió los ojos para que ella vea aquello que hasta hacía un momento era invisible ante sus ojos.
A menudo rodeados de problemas, también nosotros solemos enceguecernos. Las soluciones parecen lejanas, los problemas abundan y la desesperación crece.
La auténtica paz interior no radica en carecer de problemas. Sino, que radica en la capacidad de poder abrir los ojos y apreciar la luz al final del túnel y el orden en medio del caos.
Abrir los ojos y entender que el mundo no es tan cruel como a menudo nos parece.
Hagar estaba desesperada. El mundo se había vuelto en contra suya. Di-s la bendijo con la capacidad de hallar belleza en esa jungla, encontrar la armonía y el sosiego en medio de su desconcierto.
Se cuenta de un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera dibujar la paz perfecta. Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera mostraba un lago muy tranquilo. Un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y sin verde. Sobre ellas habia un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Bastante poco pacífico, por cierto.
Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allá, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.
Paz perfecta. El rey escogió la segunda. Y explicó: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
Nueva Direccion de Oficina
Queridos Javerim: Les comunicamos que nos hemos mudado de oficina, a partir de la fecha nos encontraran en nuestra nueva direccion: Dafna 51, Kiriat Bialik (Conservatorio), planta baja, en el mismo edificio donde se realizar los rezos.
Momentaneamente no disponemos de linea telefonica por lo tanto ante cualquier duda o pregunta se pueden dirigir al celular de Judith: 0524618991.
Hakehila Hamasoratit Hakrayot.
Momentaneamente no disponemos de linea telefonica por lo tanto ante cualquier duda o pregunta se pueden dirigir al celular de Judith: 0524618991.
Hakehila Hamasoratit Hakrayot.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Parashat Lej lejá 5769
B"H
No hay edad para el cambio.
Setenta y cinco años tenía Abraham al salir de casa de su padre. Setenta y cinco años vivió Abraham equivocado. Escuchó el llamado de Di-s y partió. ‘Y dijo el Eterno a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa paterna, a la tierra que te señalaré’.
¿Qué sabemos de los setenta y cinco primeros años de Abraham?
Poco y nada. El Midrash nos cuenta que era comerciante. Teraj, su papá, moldeaba ídolos para cultos paganos. En una ocasión salió su papá, y dejó a Abraham a cargo del negocio. Abraham tomó un palo y destrozó todas la estatuas de su padre. Todas, menos una; y en sus manos puso el palo.
Su padre regresó, y al ver el desastre en su comercio, preguntó horrorizado a su hijo: ‘¿Quién hizo ésto?’.
"¡No sabes lo que pasó cuando saliste!", dijo Abraham. "Las estatuas comenzaron a pelearse. Todas querían comer primero de las ofrendas. Una decía ‘¡Primera, yo!’ otra ‘¡No, primero yo!’. La más grande de todas, tomó un palo en la mano y destrozó a todas sus compañeras".
"¿Crees que soy tonto?", dijo Teraj a su hijo. "¿Cómo voy a creer éso?".
"No escuchen tus oídos lo que está diciendo tu boca", dijo Abraham (Bereshit Rabá 38, 13).Abraham comprende que setenta y cinco años son muchos, pero que eso no lo inhibe para actuar.
De hecho, los grandes sucesos de la vida de Abraham ocurrieron después de los setenta y cinco años. A los setenta y cinco años se va de su casa y se establece en la Tierra de Israel. A los ochenta y seis años, nace su primer hijo (Ishmael). A los noventa y nueve años, cambia su nombre, y abraza la fe judía practicándose el brit milá. Y a los cien años, nace su hijo Itzjak.
¿Qué hizo Abraham antes de los setenta y cinco? Sabemos poco. Lo que sí sabemos es que la vida -la auténtica y provechosa vida de Abraham- comenzó allí, en ese punto en el que mucha gente dice ‘Ya no tengo más fuerzas’.
En ese punto, Di-s llama a Abraham y le dice: ‘Si creías no tener más fuerzas, Yo te llamo, te confío la formación de un pueblo de quien serás su padre, y te demostraré que tenes muchas más fuerzas de las que creías tener. Mañana a la mañana no te vas a levantar para ir al negocio de tu papá a vender ídolos de barro en los que no crees...Lej, Lejá...¡Vete de aquí!. Junta fuerzas y sal de tu vida en busca de un nuevo rumbo. Yo estoy contigo’.
Leí en una oportunidad, acerca de los premios Nobel y de su orígenes. Alfred Nobel, un químico sueco, amasó fortunas fabricando explosivos y vendiendo la fórmula a diferentes gobiernos para fabricar armamentos.
Ya de grande, el hermano de Nobel murió, y por un error periodístico se público la necrólogica de Alfred, que por la mañana tomó el diario y se enteró que...¡había muerto! Sin embargo, tuvo una oportunidad única; logró leer aquello por lo que sería recordado a la hora de su muerte.
Fue tal su costernación al ver que pasaría a la historia y sería recordaddo por ser un mercader de la muerte, que tomó toda su fortuna y la usó para crear la fundación que premia los mayores logros en diversos campos útiles para la humanidad.
Y en realidad, es por eso –por los premios- y no por los explosivos que se lo recuerda al día de hoy. Fue en los últimos años de su vida, que Nobel le imprimió un nuevo rumbo a la existencia.No seamos ingenuos. Hay ciertas veces en la vida que es difícil volver a empezar. La edad nos limita para ciertas cosas, a todos, niños, jóvenes y ancianos. Uno va creciendo y ciertas cosas ya son difíciles de cambiar. Para convivir con ello, también es necesario ser fuerte.
Quiera Di-s darnos la fuerza para cambiar lo modificable, y para aprender a convivir con aquello que no lo es.
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
No hay edad para el cambio.
Setenta y cinco años tenía Abraham al salir de casa de su padre. Setenta y cinco años vivió Abraham equivocado. Escuchó el llamado de Di-s y partió. ‘Y dijo el Eterno a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa paterna, a la tierra que te señalaré’.
¿Qué sabemos de los setenta y cinco primeros años de Abraham?
Poco y nada. El Midrash nos cuenta que era comerciante. Teraj, su papá, moldeaba ídolos para cultos paganos. En una ocasión salió su papá, y dejó a Abraham a cargo del negocio. Abraham tomó un palo y destrozó todas la estatuas de su padre. Todas, menos una; y en sus manos puso el palo.
Su padre regresó, y al ver el desastre en su comercio, preguntó horrorizado a su hijo: ‘¿Quién hizo ésto?’.
"¡No sabes lo que pasó cuando saliste!", dijo Abraham. "Las estatuas comenzaron a pelearse. Todas querían comer primero de las ofrendas. Una decía ‘¡Primera, yo!’ otra ‘¡No, primero yo!’. La más grande de todas, tomó un palo en la mano y destrozó a todas sus compañeras".
"¿Crees que soy tonto?", dijo Teraj a su hijo. "¿Cómo voy a creer éso?".
"No escuchen tus oídos lo que está diciendo tu boca", dijo Abraham (Bereshit Rabá 38, 13).Abraham comprende que setenta y cinco años son muchos, pero que eso no lo inhibe para actuar.
De hecho, los grandes sucesos de la vida de Abraham ocurrieron después de los setenta y cinco años. A los setenta y cinco años se va de su casa y se establece en la Tierra de Israel. A los ochenta y seis años, nace su primer hijo (Ishmael). A los noventa y nueve años, cambia su nombre, y abraza la fe judía practicándose el brit milá. Y a los cien años, nace su hijo Itzjak.
¿Qué hizo Abraham antes de los setenta y cinco? Sabemos poco. Lo que sí sabemos es que la vida -la auténtica y provechosa vida de Abraham- comenzó allí, en ese punto en el que mucha gente dice ‘Ya no tengo más fuerzas’.
En ese punto, Di-s llama a Abraham y le dice: ‘Si creías no tener más fuerzas, Yo te llamo, te confío la formación de un pueblo de quien serás su padre, y te demostraré que tenes muchas más fuerzas de las que creías tener. Mañana a la mañana no te vas a levantar para ir al negocio de tu papá a vender ídolos de barro en los que no crees...Lej, Lejá...¡Vete de aquí!. Junta fuerzas y sal de tu vida en busca de un nuevo rumbo. Yo estoy contigo’.
Leí en una oportunidad, acerca de los premios Nobel y de su orígenes. Alfred Nobel, un químico sueco, amasó fortunas fabricando explosivos y vendiendo la fórmula a diferentes gobiernos para fabricar armamentos.
Ya de grande, el hermano de Nobel murió, y por un error periodístico se público la necrólogica de Alfred, que por la mañana tomó el diario y se enteró que...¡había muerto! Sin embargo, tuvo una oportunidad única; logró leer aquello por lo que sería recordado a la hora de su muerte.
Fue tal su costernación al ver que pasaría a la historia y sería recordaddo por ser un mercader de la muerte, que tomó toda su fortuna y la usó para crear la fundación que premia los mayores logros en diversos campos útiles para la humanidad.
Y en realidad, es por eso –por los premios- y no por los explosivos que se lo recuerda al día de hoy. Fue en los últimos años de su vida, que Nobel le imprimió un nuevo rumbo a la existencia.No seamos ingenuos. Hay ciertas veces en la vida que es difícil volver a empezar. La edad nos limita para ciertas cosas, a todos, niños, jóvenes y ancianos. Uno va creciendo y ciertas cosas ya son difíciles de cambiar. Para convivir con ello, también es necesario ser fuerte.
Quiera Di-s darnos la fuerza para cambiar lo modificable, y para aprender a convivir con aquello que no lo es.
Rabino Gustavo Surazski. Comunidad "Netzaj Israel", Ashkelon.
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Parashat Hashavua
martes, 4 de noviembre de 2008
Datos Personales
Nos complace informarle que hemos diseñado y puesto a su disposición una planilla de datos personales que se puede completar ingresando a nuestra pagina web: Hakehila Hamasoratit Hakrayot
Los datos que puedan brindarnos en esta planilla nos serviran para actualizar y mejorar la base de datos con que cuenta la Kehila, para tal fin agradecemos completar el formulario a los efectos de incorporar la información solicitada en nuestra base de datos.
Gracias por el tiempo utilizado en completar el formulario.
Hakehila Hamasortit Hakrayot.
Los datos que puedan brindarnos en esta planilla nos serviran para actualizar y mejorar la base de datos con que cuenta la Kehila, para tal fin agradecemos completar el formulario a los efectos de incorporar la información solicitada en nuestra base de datos.
Gracias por el tiempo utilizado en completar el formulario.
Hakehila Hamasortit Hakrayot.
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